Hoy yo pensé...
En mis miedos
Yo tengo miedo de encontrar una cucaracha en la calle. Tengo miedo de ratones. Tengo miedo de que una persona rara me persiga. Tengo miedo de que me confundan con otra persona. Tengo miedo de morir, no lo importa cómo. Tengo miedo de aventuras, de quedarme enamorado, de amar, de amarme, miedo de decir “te quiero”, de pelear, de que peleen conmigo, de quedarme triste, de quedarme loco, de odiar alguien, de que me odien. También tengo miedo de odiarme.
Tantos son los miedos que me persiguen que yo no los puedo poner en una lista, pero hay algo que a mí no me da miedo: tener miedo. Yo no tengo miedo de tener miedo. Yo siento miedo. Yo tengo miedos. Yo soy humano y es por eso que siento y tengo miedo. Raro sería no tener miedo de nada. Raro seria no ser humano.
En ti
Mira que curioso. Ya es casi verano y – de la nada – cuando pensé que me había olvidado de ti, hoy tú me cruzaste por la cabeza. Fue solo un momento, pero me aceleraste el corazón de la misma manera en la que lo hacías en aquel tiempo oscuro y frio de invierno. Confieso que me quedé asustado con tu pasaje.
Tanta cosa cambió en tan poco tiempo. Tanto de mi yo descubrí en tan poco tiempo. Tanto respeto por mi empecé a tener. Respeto suficiente para comprender que ese pasaje tuyo fue solo una cosa de la vida, que no hay más sentido. Es como topar con alguien en la calle, pedir escusas y seguir caminando.
En lo que piensan de mi
Van a llamarte loco. Van a llamarte enfermo, deprimido, ajeno. Van a pensar que tú no estás viviendo tu vida. Ellos también van a pensar que tu estas en un momento difícil. Si… Ellos van. Y tú te quedas. Te quedas solo, te quedas más atento a tu salud, te quedas más interesado, te quedas más interesante.
Ellos se van. Y tú te quedas. Te quedas más sabio, más viejo y capaz de entender que el amor propio no es egoísmo. Sabes que… con tanta gente en el mundo, las horas de soledad son necesarias para comprender donde estamos. ¿Onde estoy? ¡Estoy bien! ¡Gracias!
En mi mamá
Taza de café. Gotitas de edulcorante. Bata rosa con listas blancas. Pan caliente con mantequilla. ¡Ah! La puntita del pan. No me puedo olvidarla. Y el pan tiene que ser oscurito. Bien tostado. Después venía el olor de su champú que salía por la ventana del baño y entraba en su cuarto. Yo veía la tele esperándola salir. Peine azul de plástico en sus pelos castaños. “Las raíces están se quedando blancas…”, ella se queja, “¡vaya! ¡tengo que pintarlas!”. Olor de crema. Sonido del secador. Yo subo el volumen de la tele. Besos. Abrazos. Cosquillas. Ayuni. Habibi. Amor de mi vida. Pintalabios rojo oscuro. Colorete. Perfume. Zapatillas. Siempre con zapatillas.
Cierro mis ojos. Yo duermo de nuevo. Yo sé que no debería dormir más, pero yo duermo. Yo nunca duermo, pero hoy yo dormí. Cuando me despierto, una luz blanca y clara me alumbra. Poco a poco mi visión se organiza. Veo a un laptop. Veo también un texto grande. El Word está abierto. Estoy con auriculares escuchando una canción. Miro alrededor y veo personas trabando. ¿Yo trabajo? Trabajo. ¿Lejos de ella? Si. Unos 900 kilómetros. ¿Cuándo todo se quedó así? Yo no vi. Yo no me di cuenta de que todo cambiaba. ¿Yo dormí? Creo que sí. Pienso conmigo, “mama, te extraño tanto”.
En mi infancia
¡Qué calor! Está tan seco y casi no hay viento. Me di cuenta luego que me desperté. Mas una vez yo dormí con la cama deshecha, lámpara encendida y ventana abierta. Ya es jueves y es el cuarto día seguido que duermo así. Miro en el reloj. 3 de la mañana. Apago la luz, empujo los libros afuera de la cama y me pongo a dormir de nuevo. El calor se queda más intenso. Con mis ojos entreabiertos, oigo la voz de mi abuela. Estaba leja. “¡Ese chico no está bien! ¡Shouf!” No comprendo muy bien las palabras, pero sé que mi mamá también dice algo. No tengo control sobre mi cuerpo.
Me siento preso. Después de más sonidos de voces lejanas que no comprendía, me di cuenta de que mi abuela ya no estaba más viva. No puedo entender lo que se pasa. Me recuerdo también que hoy yo vivo en Sao Paulo, mi madre no está aquí. “Donde estoy?”, comenzó a preguntarme. “Pega, Luke!”, grita mi hermana. No es posible. Debe ser un sueño. Luke, nuestro primero perro ya había muerto hace un tiempo. Mi hermana también no vive en Sao Paulo.
En ser yo mismo
No hace mucho tiempo pensaba que yo no era nadie. Extraño, pero verdad. Si. Yo creía no tener una personalidad. Eso era terrible, porque siempre buscaba encontrarme en otras personas. Cuanto más me buscaba en los otros, más distante de mi yo me quedaba.
Después de años y muchas decepciones, comencé a tener diálogos conmigo mismo. Por primera vez, yo me encontré perdido, sin saber nada sobre mí. Sin saber lo que a mí me gustaba, sin saber cómo actuar en situaciones, sin saber hablar. Pero, después de muchos encuentros, de muchas conversaciones, pude ser yo mismo.
En lo que quiero hacerte
Quiero poder encontrarme contigo. Quiero andar por las calles, con las manos dadas. Quiero quedarme borracho contigo. Quiero danzar cumbia, besarte, llegarme en tus oídos y decirte “te quiero”, después, huir del boliche y caminar hasta la rambla, oír el sonido del mar, sentir el viento acariciándonos.
Nuestro amor fue corto, pero intenso, lleno de contacto.
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